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Gerard Molineaux

Arquitecto que nunca llegó a ejercer, tras sus comienzos en Broadway James Stewart se inició en el cine con la película Murder Man, a la que siguieron títulos como Rose Marie, El séptimo cielo o Ardid femenino. Pero fue su asociación con el cineasta italoamericano Frank Capra la que le elevó a los altares de la fama con películas tan memorables como Vive como quieras, Caballero sin espada y ¡Qué bello es vivir! A estos títulos hay que añadir otras comedias hoy clásicas como El bazar de las sorpresas o Historias de Filadelfia, que le valió el único Oscar de su carrera. Especial mención merece su colaboración con los directores Alfred Hitchcock y Anthony Mann. Con el primero rodó un filme histórico desde el punto de vista técnico –La soga– dos obras maestras –La ventana indiscreta y Vértigo– y un delicioso ejercicio de suspense –El hombre que sabía demasiado. Y con el segundo se convirtió en uno de los rostros más representativos del western gracias a títulos antológicos como Winchester 73 o El hombre de Laramie. El final de la década de los cincuenta y el principio de los sesenta marcarían sus últimos papeles magistrales, en filmes como Anatomía de un asesinato, Dos cabalgan juntos o El hombre que mató a Liberty Valance.